lunes, 21 de julio de 2008

PenXemos: La emergencia de la racionalidad: ...

 
La capacidad que posee el sujeto de "reflexionar" sobre sus propios pensamientos y actitudes de conducta, invitará a éste a pretender justificar sus pensamientos y acciones, no sólo por lo que se le ha enseñado durante su periodo formativo y por lo el acatamiento de las convenciones sociales (estructura de conocimiento operacional concreto que se fundamenta en normas y convenciones, siendo sus características principales la conformidad y la sociocentricidad), sino más bien para revisar y si procede poner en cuestión, las razones y las pruebas en las que sustentan los conocimientos, bien aprendidos o bien adquiridos desde el entorno social. Se diría que hay un cierto desplazamiento desde lo racional hacia lo "razonable" para sustentar nuestras posiciones y creencias. E inevitablemente el sujeto se auto pregunta ¿Qué pruebas tenemos? ¿Por qué tengo que creer eso? ¿Quién lo dice? ¿De dónde han/has sacado esa idea?

AL poder reflexionar sobre sus propios procesos de pensamiento, el sujeto puede alejarse de ellos de manera que adquiere la capacidad de imaginar todo tipo de posibilidades diferentes. Como señala Wilber, el sujeto se hace soñador en el verdadero sentido de la palabra.

El gran pasadizo hacia lo invisible

Ciertamente, la reflexión, si es verdaderamente tal y no un cambio frívolo o inducido de opinión, del sujeto sobre sus propios conceptos/ideas/pensamientos, supone el descubrimiento de otras perspectivas, otras maneras de ver el mundo. Y ha sido la mente, ese ente todavía no definido, la que ha generado esa auto modificación de forma que el espíritu puede volar a esos paisajes desconocidos. Aunque muchos opinen lo contrario, que la racionalidad sólo nos puede conducir a un nihilismo relativo o total y a una materialidad hiper tangible como eje central de nuestra existencia, nosotros opinamos que la racionalidad es el gran pasadizo hacia lo invisible, y en su recorrido y más allá de él, tendremos acceso a muchos secretos no revelados por los sentidos o las convenciones, y no porque aquellos y estas sean falsos y nos engañen, sino porque no pueden dar más de si. El ejemplo de San Agustín de la visión de remo en el agua es perfectamente ilustrativa de lo que decimos: el remo visto fuera del agua es recto pero al introducirlo en ella lo vemos torcido. El sentido de la vista no nos engaña, es que no da más de si y queda mediatizado por un fenómeno físico; si en el agua lo vemos torcido, lo vemos con el sentido de la vista correctamente, pero con el ojo del espíritu sabemos que está derecho y así lo vemos; si en el agua lo viésemos derecho, nuestro sentido de la vista estaría deteriorado. Como en sucesivos capítulos procederemos a ver, poco a poco, aquello que constituye el verdadero misticismo es trans-racional y nunca anti-racional porque el pensamiento correcto precede siempre a la meditación correcta.

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